Indiferentes al desenlace, los poemas cruzan los campos de batalla, socorriendo al herido, escuchando los monólogos delirantes del triunfo y del espanto. Procuran un tipo de paz. No por la hipnosis o la confianza fácil, sino por el reconocimiento y la promesa de que lo que se ha experimentado no puede desaparecer como si nunca hubiera existido. (...) La promesa de que el lenguaje ha reconocido, ha dado cobijo, a la experiencia que lo necesitaba, que lo pedía a gritos.
Los poemas están más cerca de las oraciones que de los cuentos.
de Una vez en un poema
John Berger
Hay momentos en la vida, pocos, en que lo único que desearía es escribir un poema. Un poema preciso y certero como un rayo. Un poema caudal, camino de sangre. Un poema que me consiguiera un trozito de inmortalidad. No para mí, no a la manera mundana de la fama póstuma e inútil. Sino, como dice Berger, para situar algunas experiencias, algunos alguien, fuera del tiempo. Y fuera de la muerte. Un poema para socorrer a los muertos. Y para socorrerme.
Para dejar todo atrás y existir únicamente ahí, en los poemas.
Y conseguir, y prodigar, algún tipo de paz.
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