7.11.10

el perverso placer de desaparecer






soñé que se moría. que todos sabíamos que iba a morir. y entonces de un salto me subía a su espalda. y me reía. y trataba de hacerle reír. y no era difícil. sino al contrario. la muerte estaba ahí. metiéndonos prisa. esperando. y nosotros estábamos llenos de vida. y su cuerpo era mi montaña. preferida.

prendía dos cigarros a la vez. uno para mí y otro para él. apenas nos separamos. sólo recuerdo. bajar una calle. apretar el paso para tratar de tenerlo todo arreglado. antes de que acabe el día. todo habrá terminado. por eso corría y saltaba para encaramarme a su espalda.

y en ningún momento estaba triste. sino feliz y radiante. pertinente en el contacto cuando lo abrazaba. con mis piernas y mis brazos. y le hacía caer y nos reíamos tanto. la muerte estaba ahí. metiéndonos prisa. y esperando. y nosotros amábamos la vida. y nos amábamos. mientras tanto.

sosteníamos la muerte con una sola mano. con ese gesto policial. para detener el tráfico. y nos hacía caso. y él me hacía girar. y era como cabalgar. y cada bucle perceptivo irradiaba una profunda y pura. hilaridad. no recuerdo haber sido. nunca. tan honesta. y abiertamente feliz. feliz. feliz.

en el único día de nuestra vida. no había futuro. ni deseos de futuro. ni nostalgia del futuro. todo el tiempo del mundo. y todo el amor. estaba contenido allí.





1 comentario:

Juan dijo...

hoy miré a la muerte entre un gato y un perro... les ocasionaba muchas molestias a los animalitos... al final se quedó con el gato... tendida con él sobre el llano.